jueves, 22 de abril de 2010

Atrapar el tiempo

A pesar de tener en este momento todo el tiempo del mundo para hacer las cosas que realmente me gustan, no sé por qué muchas veces acabo sustituyéndolas por otras que, aunque parezcan apetecibles, sé que al final no me van a devolver tanto placer como las primeras.

Me estoy refiriendo al tiempo de ocio, de asueto, que las obligaciones propias de la existencia, de la convivencia, de la formación, las llevo más o menos al día, y además muchas las comparto, que si no no sé qué sería de mí. En poco tiempo me ha tocado madurar de golpe en este campo. Siempre se dice que cuando sales a estudiar fuera creces como persona porque te tienes que apañar solo en tareas en las que antes siempre estaban tus padres detrás, y es verdad. Pero en lo referente a las labores del hogar, no es lo mismo un piso de estudiantes que tu propia casa. Cocinar, planchar, hacer la colada, limpiar, hacer la compra, son tareas típicas que quien más quien menos ha culminado con éxito alguna vez. Pero cuando empiezas a darte cuenta de que hay que limpiar las lámparas, que para que el horno reluzca hay que esforzarse, que los cristales se ensucian más de lo que pensabas, que hay que vaciar de vez en cuando todos los armarios de la cocina para limpiar a fondo, que coger el bajo de un pantalón te lleva una tarde entera, es entonces cuando comienzas a admirar a tu madre y a darle valor a todos esos años en que te encontraste las camisetas planchadas y dobladas en el cajón.

Pero vuelvo al tiempo libre. Seguramente sean los 30 años que están a punto de caerme encima, pero últimamente empiezo a pensar que desaprovecho muuucho tiempo, y lo malgasto en actividades que ya no me resultan tan divertidas, mientras encima estoy echando de menos otras que me apetecen mucho más. Quizá sea que ya no somos los mismos, porque con algunas de las personas con las que más conecto nos vemos sólo tres o cuatro veces al año, quizá es que cada uno tiene su ritmo y ahora nuestros objetivos vitales no coinciden, quizá nuestros gustos sean ahora divergentes. No lo sé.

Sin embargo yo echo de menos viajar, aunque sea a la vuelta de la esquina, a conocer ese sitio que está tan a mano que nunca te acercas, y que seguro que tiene un encanto especial. Me apetece salir al campo, organizar una comida o una merienda con mi familia, una de esas de manta de cuadros y tortilla de patata. También caminar por el monte y volver a hacer nuestras cimas. Me gustaría jugar a menudo al pádel y al tenis. Me gustaría ver más teatro, más conciertos, más cine, y tomar un chocolate con picatostes con mis amigas. Me encantaría que vinieran mis amigos de cuando en cuando a casa a cenar, y después devolverles la visita, para poder charlar y saber quiénes somos. Querría cambiar muchas tardes de sofá por tardes en cualquiera de los parques de Logroño, leyendo un libro tranquilamente mientras el perro jadea a mi lado.

Y muchas otras cosas. Pero hay tantas de esa lista que hace tanto tiempo que no hago…

Así que éste será mi propósito para estrenar la década que se me avecina. Aprender a dejar de hacer aquello que no me compensa en muchas ocasiones, y proponerme estas otras ocupaciones que me apetecen de verdad, combinadas unas con otras. ¿Me quedaré sola en el intento? Espero que no.
O volver aquí un par de días

jueves, 15 de abril de 2010

Abril ya retorna

Abril es un mes en el que casualmente se me han acumulado muchas fechas especiales. No sé si es por eso que me gusta tanto, o si era ya de antes, por lo imprevisible de la meteorología, por las primeras salidas al campo cubierto de margaritas, por la infinidad de arco iris, porque tiene cinco letras, porque es primavera pero casi nunca lo parece, o porque como demuestran miles de refranes, poemas y textos, es una palabra redonda. Abril.


En Abril, las aguas mil

Son de abril las aguas mil.
Sopla el viento achubascado,
y entre nublado y nublado
hay trozos de cielo añil.

Agua y sol. El iris brilla.
En una nube lejana,
zigzaguea
una centella amarilla.

La lluvia da en la ventana
y el cristal repiquetea.

A través de la neblina
que forma la lluvia fina,
se divisa un prado verde,
y un encinar se esfumina,
y una sierra gris se pierde.

Los hilos del aguacero
sesgan las nacientes frondas,
y agitan las turbias ondas
en el remanso del Duero.

Lloviendo está en los habares
y en las pardas sementeras;
hay sol en los encinares,
charcos por las carreteras.

Lluvia y sol. Ya se oscurece
el campo, ya se ilumina;
allí un cerro desparece,
allá surge una colina.

Ya son claros, ya sombríos
los dispersos caseríos,
los lejanos torreones.

Hacia la sierra plomiza
van rodando en pelotones
nubes de guata y ceniza.

                               Antonio Machado

Son muchas las veces que Antonio Machado sitúa en Abril sus poemas. También son muchos los distintos autores que se inspiran en el cuarto mes para escribir sus poesías.
Me gusta especialmente éste, aunque nada más leerlo suena en mi cabeza un tonillo infantil recitándolo, seguramente porque fue en el colegio donde aprendí éste y otros muchos de los poemas de Machado de memoria; uno porque debía recitarlo en la actuación de fin de curso, y el resto por haberlos escuchado mil veces y porque aunque yo era pequeña y la mayoría de la poesía que estudiaba no la comprendía, Machado suponía una clara excepción, y me permitía vislumbrar aquello que sentía el autor en cada poema, aunque todo fuera con metáforas de fauna y flora, pero con una cadencia exquisita.
No soy muy aficionada a la poesía, pero he de reconocer que hay ciertos autores que me gustan mucho: Mario Benedetti, Miguel Hernández, Luis García Montero, Pablo Neruda, Luis Cernuda, Gloria Fuertes, Ángel González, Rafael Alberti, además de Antonio Machado, son algunos de ellos. Logran casi siempre emocionarme al conseguir expresar de una forma tan bella tantos sentimientos que el común de los mortales a veces hasta ignoramos que padecemos. Aunque también es cierto que hay tantos a los que no soy capaz de comprender...

Abril de 2008 en San Tirso

miércoles, 7 de abril de 2010

Desastre

Aunque parece que se va solucionando, igual algunos habéis podido comprobar cómo este blog ha estado a punto de morir. Bueno, quizá no sea así, pero yo lo he sentido como si fuera cierto.
La cosa empezó por la bobada de "ponerlo más bonito", que digo yo que a mí me gustaba como estaba, que aunque hay pocas plantillas y muchos tengamos la misma, al final tu blog es el tuyo, y tiene su cosa. Pero sí, vamos a ponerlo más bonito, y cuando crees que está reprecioso, le das al botón y aparece una cosa tal que así: ?·%3?$¿%=^^¿`"3>r5$&>>$%&bfg>23S56·4>%&<<>*34, pero multiplicada por un millón.
Yo soy una ignorante integral en estas cosas del internet, así que no os digo ná sobre la edición html. Esto nos ha llevado hasta un bucle del que tenemos que intentar salir: yo estropeo las cosas por la mañana y por la tarde viene el santo aprendiz de técnico informático a arreglarlo. Él se diferencia de mí en varios aspectos que le permiten finalmente componer lo que yo descompongo. Principalmente se caracteriza por intuir que lo que hace está bien hecho, aunque realmente no lo sepa, y por utilizar google muchísimo mejor que yo y de forma más constructiva.
Bueno, pues este post es sólo para avisar de que estoy de obras obligada porque hay cosas que no pueden volver a su ser (podrán volver, pero no sé cómo), y como no quiero poner el muñequito de obras que tiene todo el mundo (no es que no sepa, eh), pues os lo cuento. No os fiéis, que en cualquier momento conseguiré quitar esa maldita raya vertical que sale, lograré poner la foto que quiero, y lo mismo hasta consigo pensar algo interesante que escribir.