Sólo quedan unos días, 12 como máximo, y aún no me lo creo. Pensaba que sí, que con todos los preparativos, con el movimiento incesante, con la de cacharros que son necesarios, iba a tenerlo ya asumido. Incluso he sufrido todos los síndromes que me correspondían en cada fase, y lo que es peor, los han sufrido los de alrededor. Pero no hay caso. Aún no me entra en la cabeza que nuestra vida va a dar un giro para siempre en poco tiempo.
Aunque la verdad es que en estos últimos meses todo me ha pasado un poco de lejos. Me indigna lo que le está pasando al mundo, lo que le está pasando a este país, lo que nos está pasando a todos los que vivimos en él, pero no tanto como debería indignarme. Me parece intolerable que los gobiernos se afanen en recortar sin importarles de dónde para que al final los ricos sigan siendo ricos y los pobres, más pobres, pero encima sin acceso a cierto nivel de salud y de educación al que se supone que todos tenemos derecho.
Me preocupa nuestra nueva situación, la de millones de personas, engrosando en pareja la lista del paro, lo que parecía que nunca iba a llegar, pero tampoco me preocupa tanto como había supuesto.
¿Y por qué? Quizá porque aunque no me lo crea, estoy deseando que llegue el momento. Porque aunque no me lo crea, me he preparado lo poco que uno puede prepararse para esto. Porque aunque no me lo crea, llevo dos meses ordenando, limpiando, colocando, y sin perder la sonrisa. Porque aunque me parezca mentira, se lo he explicado a Tor mil veces, y no sé si me entiende. Porque estos días en que no paro de recibir llamadas de amigos y de familiares preguntando que si ya, más nerviosos que yo, inconscientemente, me detengo y escucho mi cuerpo, por si hubiera alguna señal de la que no me había percatado antes, por si hubiera decidido que es el momento y yo no me hubiera enterado. Porque no puedo pensar en otra cosa, porque los vecinos me paran por la escalera, la frutera me pregunta a diario, porque tengo todo el tiempo del mundo por delante para volver a trabajar (si hay dónde), para cambiar de casa, para seguir estudiando, para protestar por todas las injusticias.
Pero ahora toca ser Mamá. ¿Cuándo? Yo ya estoy preparada para disfrutarlo, espero que vosotros también.
Garbancita