sábado, 28 de noviembre de 2009

Cristales

Muchas veces pienso lo genial que sería no tener hipoteca y poder disfrutar plenamente de todos los frutos de nuestro sudor. También me gustaría tener una casa más grande, o mejor aún, que a mi casa le crecieran un par de habitaciones y un vestidor, y si es posible, unas patas para poder estar en casa allá donde voy.
A veces también me apetecería vivir en otra ciudad, y tener más cerca a mi familia (a mis familias), o me gustaría poder invitar los miércoles a mis amigos a cenar en casa, mientras vemos la serie de turno sin hacerla caso porque no es lo realmente importante de la noche, y acabar cada uno de esos días diciendo “se ha hecho muy tarde, la semana que viene nos tenemos que recoger antes”.
O poder decirles a mis padres que vengan a comer el domingo sin kilómetros de por medio, para poder echar luego la siesta en el sofá sin estar pendiente del reloj.
Me gustaría poder ver más a menudo a todos esos que están lejos y que tanto echo de menos, sin tener que hacer cábalas de turnos y obligaciones y sin dejar siempre pospuesta la quedada: “el fin de semana que viene veremos”.
Otra cosa que estaría bien sería encontrar un trabajo estable, que me guste y que tenga el horario perfecto para que me permita eso que llaman “conciliar”.
Y puestos a pedir, me encantaría viajar más a menudo, conocer lugares, da igual que sean remotos o cercanos.

Pero resulta que tengo una hipoteca que pesa, pero no ahoga, que me permite vivir con quien quiero (aunque eso será historia de otro día) en una casa que nos encanta. Que esta ciudad está muy bien, y nos ha abierto muchas puertas, y se adapta bastante a la forma en que queremos vivir.
Que sí, todos los amigos están lejos, pero hablamos cada semana, y compartimos todo lo que podemos, y nos vemos cuando hay oportunidad.
Que al final mi familia también está en otro sitio, pero tan cerca que a veces se me olvida que esto no es el trayecto Huelva-Tarragona, y que podemos aprovechar mucho el tiempo.
Que ahora puedo decir que me gusta mi profesión y le encuentro compensación, aunque aún no trabaje mucho. Eso es muy importante.
Y también debo admitir que aunque no haya dado la vuelta al mundo he viajado bastante, (muchas veces gracias a mis padres), y más sabiendo que hay mucha gente que no se puede permitir ni una semana de vacaciones al año fuera de casa, y hay otros que viajan constantemente sin poder conocer los sitios en los que están. Creo que he estado en 6 países haciendo turismo, que no está mal.

En definitiva, todo depende del color del cristal con que se mire. Y la mayoría de las veces hay más razones para estar agradecido y satisfecho que para quejarse. Éste es mi caso.

MUSAC. León.