viernes, 11 de diciembre de 2009

Matando el tiempo... o viviéndolo, nomás.

A lo tonto nos han salido unos días muy agradables. Pensábamos recibir la visita de dos personas y al final han sido seis, sin comerlo ni beberlo. Así como hacen los que conoces de siempre, llamando el día anterior para decir que se apuntan, como debe ser. Hemos estado muy a gusto sin hacer nada del otro mundo, a pesar de mis impedimentos (de trabajo y de conciencia).

Y es que se nota cuando compartes el tiempo con gente de confianza, con la que encajas, y no con la que “te roba energía” de una u otra manera, como bien dice la de Markina. No hace falta preparar mucho para que todo salga bien, no hace falta forzar, todo sale solo, simplemente estando juntos. Así que hemos comido (mucho), han salido de fiesta (algunos) y nos hemos reído un montón; vamos, que hemos disfrutado de la compañía mutua sin más.

Esperamos que se repitan enseguida estos momentos. La próxima (quién sabe dónde será, pero seguro que pronto) prometo cocinar y fregar un poco más que los invitados, y pasar un poco del trabajo para entregarme con más energía.

A los que vinieron de tan lejos, Valencia y Valladolid, muchas gracias. A los de siempre, nos vemos en Burgos con las botellas de sidra llenas de nuevo. Y a los pamplonicas, pues que les vamos a vetar la entrada, porque ya les debemos tantas que no vamos a terminar de quedar bien con ellos en la vida. Menos mal que nos han dicho que no nos guardan rencor.
Bueno, y el último recadito, para los asiduos de los Centros Comerciales, que tengan presente a partir de ahora que siempre es posible encontrarse con alguien que vive en una ciudad si vas a esa ciudad. ¡Con lo poco que cuesta llamar para avisar, hombre!


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