miércoles, 23 de noviembre de 2011

Encontrar el camino

Después de cerca de un año sin aparecer por aquí, le he dado mil y una vueltas a la excusa que debería poner, y lo cierto es que no tengo ninguna. La única que me exime un poco es la falta de tiempo, que nunca es buena disculpa pues todo es cuestión de organizarse, y además irrita sobremanera a algunos, porque parece que es la frase que vale para todo: no me ha dado tiempo.

Para volver a ponerme aquí delante, físicamente, he tenido que releer un poco lo anterior, lo que me ha producido sensaciones encontradas. Por una parte, me parece que no fui yo la que escribió todo aquello, como si no fuera capaz de volver a hacer algo similar. Por otra, me he dado cuenta de que este año que empieza a ponerse en el horizonte poco a poco, ha sido bastante más fructífero que el anterior: muchos de los propósitos y de las cosas que echaba de menos en algunos post las he ido cumpliendo en el 2011.

Y digo que hoy es el día que vuelvo aquí físicamente porque aunque no haya publicado nada, cada mes al menos he tenido un post; alguno sólo imaginado, otros escritos y con la fecha señalada, pues verdaderamente han pasado muchas cosas dignas de ser etiquetadas y memorizadas, y he sufrido un torrente de emociones distintas casi inexplicables.

Lo más evidente es que he trabajado mucho, mucho de mucha ilusión y responsabilidad, lo que ha sido (y está siendo) maravilloso y gratificante. Además he viajado, he paseado por el monte en nuevos y en conocidos lugares (por fin en Pirineos), he disfrutado más de la familia y un poco menos de mi casa.

Pero también ha habido momentos muy duros. De salas de espera, de médicos, pruebas, tratamientos, de incertidumbre, de lágrimas y soledad. En parte son culpables de que no haya podido publicar, porque lo único que pasaba de mi cerebro al teclado era rabia, frustración y dolor. Ahora, al fin, la cordura, la sabiduría, la ciencia y la paciencia, y sobre todo el cariño y el apoyo infinito de los que nos quieren, nos han ayudado a triunfar en lo demás (mil gracias por la risa y el pañuelo compartido, por estar ahí todo este tiempo).

Y es así como ahora soy capaz de ver este año en Noviembre (el mes más triste) como nunca pensé que lo vería en Enero. Ahora es cuando estoy casi completa, sólo a falta de un abrazo.
Espero no perder la senda y pasear por aquí de vez en cuando con algo bueno que contar.

martes, 22 de febrero de 2011

Ismael Serrano

Después de pensarlo mucho, espantarnos la pereza y hacer más caso al corazón que a la cabeza, el sábado nos presentamos en la Fábrica de Tornillos poco antes de la hora fijada para el comienzo del concierto con nuestras flamantes entradas.

Ya había estado en cinco o seis conciertos de Ismael Serrano, el último hace un par de años en Logroño en el Teatro Bretón, y la verdad, todas las veces fue una delicia escucharle.

Esta vez, dudé bastante antes de decidirme, quizá porque no tenía muy “trillado” el último disco, quizá porque no sé de carrerilla la letra de todas las canciones de los últimos trabajos, aunque las que aprendí hace doce o catorce años no se me olvidan, como si las llevara grabadas a fuego en un hueco recóndito de la memoria que brilla con esmero al recordar.

Me sorprendí, gratamente, al encontrar la superficie de la Fábrica de Tornillos cubierta de sillas. Me entraron los nervios de pensar que había pecado de optimista y no iba a encontrar un sitio adecuado. No fue así. Cuarta fila, y el asiento de delante vacío.

Nada más entrar los músicos al escenario me sentí como en casa: Fredi Marugán y Javier Bergia, imprescindibles, Jacob Sureda y Josemi Garzón.

Y nada más escuchar la voz de Ismael, me sentí como la primera vez. ¡Menos mal que nos decidimos a venir!


Me encantó la puesta en escena, me pareció muy original el “vecindario” construido en los monólogos que hilaron las canciones, me gustó mucho la canción de Bergia “Palito de madera”, y por supuesto, me cautivó Ismael, como siempre, su voz, su delicadeza, su emoción, su entrega en los relatos y en las canciones, como si no llevara quince años subido a un escenario, como si fuera la primera vez que les cantaba a las Madres de Mayo.

El resto, un viaje maravilloso, una mezcla de sentimientos increíble, unos recuerdos dormidos rescatados, de nuevo la historia de mi vida cantada con emoción, de nuevo la banda sonora de más de diez abriles de mi juventud sonando con precisión mientras miles de emociones, pasadas y presentes, me asaltaban en cada esquina de cada nota.

Fueron canciones, reivindicaciones, nostalgia, historias, que son siempre distintas pero son siempre la misma, que rozan con suavidad y despiertan un escalofrío, que espero que no acaben nunca, que me convierten en protagonista de cada verso, hasta el punto de notar cierto pudor por ver mi intimidad cantada con ternura sobre el escenario.

En definitiva, más de tres horas de felicidad completa, de lágrimas y risas, de pura magia, y la suerte de compartirlo con la única persona que puede sentirlo así conmigo. Nuestra biografía hecha canción.


Vídeo musical: "Sucede que a veces" del disco "Naves ardiendo más allá de Orión"
Director: Lara Arellano
Fecha de grabación: 23/24 de febrero de 2005
Lugar de grabación: Barrio de San Telmo y alrededores de la Plaza de los dos Congresos (Buenos Aires)

jueves, 27 de enero de 2011

Genes

Levantas la cabeza, no sabes si dormida o despierta, y compruebas que hoy tampoco has podido madrugar. Una mezcla de pereza y culpabilidad cruza tu mente mientras te calzas las zapatillas y enfilas hacia el baño: ¿qué más da si no hay nada que corra prisa, nada que te imponga un horario? Y por otro lado, ¿qué resuelves en la cama? Definitivamente, la vida de ama de casa no es para ti: ni te gusta, ni lo haces bien.

Este es el comienzo de cada día, de cada mañana; cada jornada el reloj marca una hora distinta, que siempre es la misma. Y a pesar de ser así, no sabes cómo te las arreglas para que, aunque nunca te guste cómo comienza el día, casi siempre lo termines con una sonrisa. Será que te gusta mucho dormir; será que tienes mucha paciencia; será que valoras hasta la más mínima “cosa” que posees; será que por fin te has acostumbrado a tener el teléfono móvil pegado a tu piel todo el día, por si acaso; será que te conformas con poco; será que has conseguido asumir las pérdidas que quedaron en el camino; será que ya no te pisa el tiempo los talones, porque has aprendido a esperar, a confiar en que todo llegará, a no agobiarte por ver el final, porque cada pequeña meta cuenta una barbaridad; será que has encontrado un refugio cálido donde lamer las heridas y esperar a que pase el temporal, a pesar de que la sombra del número cuatro se vaya disipando y ya no abrigue como antes; será que aún quedan más de cien personas que están en tu bando, que sufren y ríen contigo, que siempre te aguardan con la palabra precisa.

Será, probablemente, que eres de mal despertar, como dice tu abuela, esa condición que llevas impresa en algún cromosoma y hace mucho tiempo ya que descubriste.