jueves, 27 de enero de 2011

Genes

Levantas la cabeza, no sabes si dormida o despierta, y compruebas que hoy tampoco has podido madrugar. Una mezcla de pereza y culpabilidad cruza tu mente mientras te calzas las zapatillas y enfilas hacia el baño: ¿qué más da si no hay nada que corra prisa, nada que te imponga un horario? Y por otro lado, ¿qué resuelves en la cama? Definitivamente, la vida de ama de casa no es para ti: ni te gusta, ni lo haces bien.

Este es el comienzo de cada día, de cada mañana; cada jornada el reloj marca una hora distinta, que siempre es la misma. Y a pesar de ser así, no sabes cómo te las arreglas para que, aunque nunca te guste cómo comienza el día, casi siempre lo termines con una sonrisa. Será que te gusta mucho dormir; será que tienes mucha paciencia; será que valoras hasta la más mínima “cosa” que posees; será que por fin te has acostumbrado a tener el teléfono móvil pegado a tu piel todo el día, por si acaso; será que te conformas con poco; será que has conseguido asumir las pérdidas que quedaron en el camino; será que ya no te pisa el tiempo los talones, porque has aprendido a esperar, a confiar en que todo llegará, a no agobiarte por ver el final, porque cada pequeña meta cuenta una barbaridad; será que has encontrado un refugio cálido donde lamer las heridas y esperar a que pase el temporal, a pesar de que la sombra del número cuatro se vaya disipando y ya no abrigue como antes; será que aún quedan más de cien personas que están en tu bando, que sufren y ríen contigo, que siempre te aguardan con la palabra precisa.

Será, probablemente, que eres de mal despertar, como dice tu abuela, esa condición que llevas impresa en algún cromosoma y hace mucho tiempo ya que descubriste.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Eso es la tensión ,que la tienes bajita.¿tú no eres enfermera?Además, para que escribas algo val la pena que no madrugues.Se agradez mucho.beso

Anónimo dijo...

Siempre consigues poner palabras a sentimientos que me invaden. En éste caso lo has hecho con una cosa mas, con mis sueños. Gracias, cuca.