lunes, 15 de marzo de 2010

Aguzando el oído


Marzo nos está dejando muy buen sabor de boca. O más bien muy buen sonido de oreja. Es curioso como a veces no encuentras ningún evento que te llame la atención en tu ciudad o cerca, y otras temporadas en las que se te acumula el trabajo, como es este caso, y al final tienes que seleccionar lo que crees que te va a compensar más y dejar otros planes apetitosos para más adelante.
Hace unos días estuvimos en un concierto de Quique González. Después de unos cuantos años intentando asistir, fue un viernes de Marzo en Santander cuando tuvimos el placer de verle en directo, en el Palacio de Festivales, casi como en su casa, casi como en la mía.

Recuerdo perfectamente cuándo y dónde le escuché por primera vez, en el año 2000, en el salón común de una residencia universitaria. Yo sólo pasaba por allí, y al escuchar esa voz me detuve, di media vuelta, me senté en el sofá y vi el videoclip entero en la tele. Esperé a que pusiera el nombre del cantante, lo memoricé y lo asocié a esa voz, inconfundible desde entonces y hasta ahora. No me acuerdo qué canción era, pero me encantó.
Después no le he seguido con constancia, la verdad. Ha sido más recientemente, hace unos pocos años, cuando me ha vuelto a cautivar, pero siempre es buen tiempo para descubrir a Serrat, a los Beatles, a Los Rodríguez o a Quique González, ¿no os parece?

Siempre he pensado que el directo de Quique tendría que ser muy bueno, y no me equivoqué. El concierto debió ser largo, aunque a mí se me pasó volando, su voz es tan redonda (al menos para mí) que cuando habla parece que canta, cuando canta parece que susurra, la armónica tiene ese nosequé que colorea las canciones sin necesidad de más instrumentos… En definitiva, fue un concierto brillante, vibrante, y afortunadamente tuve una gran compañía que me ayudó a reírme de la “Chica Santan” que estaba a mi lado y no estampanarla por intentar arruinarme el concierto. El punto negativo va para ella y sus amigas, y para la mitad del público de la sala que no supo aguantar en la butaca 2 horas y se paseó continuamente por el Palacio. Nunca había visto nada igual.

Este viernes hemos cambiado de palo. Hemos visto a Marlango. Tenía muy buena pinta, porque era en un aula de cultura pequeña, y a pesar de ser un concierto muy bueno quedó para mi gusto algo frío, y culpo más de ello al público que a los músicos. Quizá había muchos asistentes que no habían escuchado nunca a Marlango, lo que por una parte está bien porque muchos de ellos habrán salido encantados, pero por otra parte resta un poco de complicidad entre el grupo y su público.

Era la segunda vez que les veíamos, pero esta vez con el doble de discos en el mercado y seguro que más evolucionados. La música de Marlango me parece deliciosa, envolvente, muy trabajada, y el directo me encanta porque es muy distinto al resto de música que suelo ver. El grupo en sí es difícil de clasificar; por la mezcla de estilos yo lo definiría como original, lo que es mucho en tiempos en los que todo está inventado.

Para empezar, la impresionante presencia del piano, y el pianista que, aunque sea menudo, en cuanto se pone a tocar parece más grande incluso que el piano. Alejandro Pelayo y el piano son una misma cosa. Por otra parte, la trompeta, que aunque es más común nunca suele tener tanto protagonismo como en Marlango, y Óscar Ybarra es un maestro. También me sorprenden mucho las canciones sin batería. Me gusta como la batería envuelve todo lo demás, pero los temas en que no hay ni batería ni ritmos, esos temas que pueden parecer desnudos, son preciosos y distintos.

Y qué decir de Leonor Watling. Su voz es preciosa, hablando, actuando, cantando, chillando. Tiene muchísimos registros y sabe explotarlos y cambiar de uno a otro sin pestañear. Lo que siempre me llama la atención es cómo puede salir esa voz tan potente de ese cuerpo delgado, y encima parecer que lo hace sin ningún tipo de esfuerzo. Además, su sola presencia llena el escenario, con ese halo de sensualidad y timidez mal mezcladas.

Han sido dos viernes especiales, exprimidos hasta el último jugo, y disfrutados al máximo. Pero aquí no acaba todo. Se avecinan nuevos planes…

2 comentarios:

Borf dijo...

Se dice "STV", no "Chica Santan", :-P
Yo al de Quique González estuve tentado de ir, pero me entró la pereza y en casita me quedé...

Y este sábado pasado Los Coronas, sin Oscar Ybarra, ahora tienen a un trompetista ucraniano...

La domadora de truenos dijo...

No sé cómo se dice, pero al borde de la muerte estuvo. Ya he leído lo del trompeta de Los Coronas, que tocaron el viernes en Logroño y en Abril van a Miranda. Fecundo el 2010, musicalmente hablando.