domingo, 3 de enero de 2010

Pequeño gran placer

Subir la cuesta más pindia del pueblo. El chirrido de los goznes al abrir la puerta. Crujir la madera del taburete de la barra. Ver cómo azota el viento los cristales y sentirlo sólo al cerrar los ojos. El cielo pintado en rojos sobre los picos nevados del fondo. Un nieto del Duero recorriendo el ventanal. Crepitar el fuego en la chimenea. La música de fondo, tranquila y sugerente, jazz. Nueve estrellas de papel destilando cálida luz. Un montón de velas de colores repartidas por el comedor. Castañas calentitas rodando por la mesa, quemando en las manos. Hojas y setas salpicadas por todas partes. Madera en mil formas y colores. Escobas colgando de las vigas. Saquitos de tomillo apilados en un canasto. Forja y barro, ollas ferroviarias. El calor de la hoguera en la espalda. Saborear el café en el paladar, cargado, delicioso. El olor del té deshaciéndose en el agua.
Pasar el tiempo disfrutando de la belleza de fuera, de la calidez de dentro.

Si no lo conoces, te recomiendo que hagas una visita (www.endolea.biz)

2 comentarios:

Diego9 dijo...

Enhorabuena Eli, no se puede describir mejor ni con tanta agudeza un rincón tan especial. Deseando volver...
Besos!

La domadora de truenos dijo...

Si es así, Diego, a la primera oportunidad que se presente os convidamos... Y graciaaas